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Publicada por primera vez en 1950, cuando la electrónica digital estaba en su infancia, Yo, robot resultó visionaria. Su influencia, de hecho, fue enorme, y no sólo en toda la ciencia ficción posterior, sino también en la propia ciencia de la robótica. Aquí formuló Asimov por primera vez las tres leyes fundamentales de la robótica, de las que se valdría para plantear interrogantes que se adentran en el campo de la ética y de la psicología: ¿qué diferencia hay entre un robot inteligente y un ser humano?, ¿puede el creador de un robot predecir su comportamiento?, y ¿debe la lógica determinar lo que es mejor para la humanidad? A través de una serie de historias conectadas entre sí por el personaje de la robopsicóloga Susan Calvin, en las que aparecen todo tipo de máquinas inteligentes –robots que leen el pensamiento, robots que se vuelven locos, robots con sentido del humor o robots políticos–, Asimov inventa unos robots cada vez más perfectos, que llegan a convertirse en un desafío para sus creadores. Con todo, Yo, robot es uno de los pocos títulos de ciencia ficción que han superado con amplitud el círculo de lectores especialmente aficionados, entre los que a menudo se considera una obra cumbre.