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La rica y atractiva personalidad de Séneca, que reunía en un solo individuo al político, al escritor y al filósofo, no podía pasar desapercibida ni para sus contemporáneos ni para los estudiosos posteriores. De espíritu curioso, permeable a cualquier intento de explicación científica, con un gran afán racionalista, fue preceptor de Nerón -que más tarde le ordenó su suicidio- y protegido de la intrigante Agripina, cuya muerte no supo o no quiso impedir. Sus excesos literarios, sus recomendaciones éticas o filosóficas, ciertas afinidades con el cristianismo, la incompatibilidad de las doctrinas estoicas con su vida de lujo, los silencios y complicidades con los desmanes de los emperadores son rasgos que caracterizan al filósofo cordobés y que se pueden rastraer en sus diálogos y epístolas. En Sobre la felicidad trata de cómo el sabio debe aspirar a los valores absolutos, a conseguir la libertad interior ante los estados de riqueza o de pobreza, y de cómo, en el camino que conduce a ese ideal, las distintas circunstancias de la vida pueden aconsejar actitudes o valores preferibles a otros. En Sobre la brevedad de la vida viene a asegurar que el único capacitado para disfrutar de la vida es el hombre culto que recuerda el pasado, se sirve del presente y tiene previsión del futuro, mientras que los torpes no controlan el pasado, el presente se les escapa y temen el futuro.