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Giambattista Tiepolo atravesó su época como un aplicado artista por encargo, famoso sobre todo por sus grandes frescos. Pero, junto a ellos, existe otra cara, más secreta e inquietante, de su obra: treinta y tres grabados divididos en dos series, los Scherzi y los Caprichos. Y Calasso los observa y los relata. Bajo su mirada, la obra de Tiepolo aparece como la última manifestación de una fluidez pictórica que, después, iba a perderse para siempre. A través de esa clave, Calasso recapitula la cultura europea y nos muestra cómo la historia es una compleja red de momentos y lugares. Así, en la Venecia del siglo XVIII pueden irrumpir los dioses de la antigua Grecia y el espíritu de la India. El rosa Tiepolo es un estimulante edificio intelectual, una obra en la que la erudición está dispuesta a correr los mayores riesgos con tal de conquistar nuevos territorios para la sensibilidad y el pensamiento. «Consigue tramar las tesis más agudas y arriesgadas» (M. Belpoliti, L’Espresso).