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Si para los ilustrados todo está al servicio de la transformación de la sociedad, la literatura toda -no sólo el teatro, según se apuntaba antes- cobra un sentido nuevo: la literatura sirve para la difusión del nuevo ideario. Y si la literatura se entiende como un medio de comunicación más que como un medio de expresión, los literatos de la época no pretenderán innovar los géneros literarios, sino servirse de ellos en tanto que les sean útiles para transformar la sociedad. Al no buscar innovaciones, se atienen a los modelos clásicos, aquellos que pueden ser comprendidos mejor por el público, sin necesidad de bucear entre recursos retóricos para descifrar textos a menudo triviales o manidos, como sucedía -según criticaron los ilustrados- con tantos autores barrocos.