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Actualmente vivimos en una época de prisas, resultados inmediatos, consumismo, tecnología punta... En este contexto crecen y se desarrollan nuestros alumnos: redes sociales, videoconsolas, T.V., móviles, ordenadores, etc... Lejos ha quedado lo de fabricar ellos mismos sus juguetes y lejos va quedando lo de elegir libremente sus distracciones o inventar sus propios códigos de comunicación a través de áreas o recursos expresivos como la lectura, las artes plásticas, la música, la danza o el teatro. Por desgracia, y en ocasiones sin apenas darnos cuenta, nos hemos convertido en una sociedad demasiado pasiva o mejor llamémosle, cómoda. Fruto de ello es frecuente escuchar expresiones como: he asistido a..., he visto..., me han contado que..., pero y ¿participó en...? o ¿participo de...?. No sólo se trata de ver, oír o asistir, sino de vivir. Tener la suerte de experimentar o vivenciar experiencias que nos hagan sentir como un ser vivo o más aún... participativo. Porque aquello que uno siente o vive perdura para siempre, tanto en la memoria como a lo largo de nuestro desarrollo personal como individuos. La práctica teatral en el ámbito educativo sigue siendo una asignatura pendiente en nuestro sistema educativo actual. Tras continuas leyes y reformas parece que sigue guardada en un cajón de sastre del cual algunos atrevidos y, en ocasiones, alocados docentes se atreven a abrir y proporcionar al alumnado tantas y tantas aptitudes que les aportan las áreas del teatro y la expresión. Ese espíritu persistente de lucha y de inquietud por transmitir y fomentar la participación teatral por parte de este colectivo no sólo es respetable sino admirable, pues los retos y dificultades a los que se enfrentan los conocen bien aquellos que tienen ese don especial y la oportunidad de despertar actividades de provecho entre los más pequeños. El teatro es un arte vivo, una manera de expresión activa sugerente que atrae y es bien aceptado por los alumnos, además de una herramienta indispensable en la formación global de la persona. Con el teatro no sólo se enseña y se recrea, va más allá, se comparten experiencias, se descubren emociones y se muestran sentimientos. Es necesario que continuemos proponiendo y apoyando desde los colegios y los colectivos culturales cualquier tipo de actividad teatral, por modesta que sea, en la que nuestros pequeños y adolescentes disfruten y a su vez aprendan, no sólo palabras, sino hechos, tales como: respeto, colaboración, comprensión, aceptación, solidaridad, responsabilidad, libertad, compromiso, integración, trabajo en equipo... Palabras que solemos escuchar muy a menudo pero que, al mismo tiempo, nos cuesta mucho llevar a la práctica.