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Jesús Polanco no tenía otra ideología política que la búsqueda de la ganancia económica y la consiguiente ambición de poder. Trataba de acumular dinero y hacerlo lo más rentable posible, lo que le llevaba a menudo al mundo de la política, de la política que mejor pudiera convenirle, de la política con la que fuera fácil hacer negocios. Por eso le gustaba relacionarse con los dirigentes prematuramente desideologizados, como él mismo era. Todos provenían del franquismo y, como es sabido, a Franco no le gustaba la política. Estos hombres públicos le ayudaban y él les daba apoyo mediático: nada nuevo, por cierto. Así, poco a poco, se convirtió en un hombre muy influyente, admirado y temido, que institucionalizó el periódico matriz, y se empeñó en ampliar y extender su imperio mediático, abandonando su supuesta pureza ideológica. Decían sus admiradores que de pequeño soñaba con ser un hombre de éxito. Con los años se empeñó en ser un magnate de la televisión, y en parte lo logró, aunque murió, por desgracia, en el empeño.En este sorprendente libro, Enrique González Duro, maneja tres planos: la biografía de un hombre gris pero ambicioso, los avatares de un periódico, El País, constituido como referencia dominante de la nueva situación política surgida del franquismo y los mil -discutibles- episodios de la llamada transición democrática.