Información Extra
• Nací un miércoles. Sé que era miércoles porque para mí los miércoles siempre son azules. Como el número nueve o el sonido de voces discutiendo (lo sé porque mis padres se peleaban mucho). • Cuando en clase alguien hacía pompas de jabón, todos los niños corrían a explotarlas. Yo me limitaba a contemplarlas. • En el recreo, mientras el resto de los niños jugaban al fútbol, yo me quedaba a la sombra de un árbol contando las hojas de su copa. • En Lituania, donde impartí clases, me presentaron por primera vez como Daniel, y no como el chico que podía hacer cosas raras con su cabeza. • Cuando era muy pequeño me pasaba las horas en la biblioteca, buscando mi nombre en los lomos de los libros. No sabía que para que eso sucediera tenía que escribir uno yo. Me llamo Daniel Tammet, soy sinestésico y tengo el síndrome del sabio, una forma de autismo que me diagnosticaron por mis capacidades cognitivas extraordinarias. Mi cerebro puede recitar de memoria decimales del número pi durante cinco horas (por eso me dieron un Guinness) o aprender un idioma en una semana. Y, sin embargo, o precisamente por eso, mi yo niño y adolescente no lo tuvo nada fácil. Al menos ahora puedo entenderlo y explicarlo. Porque, pese a que somos diferentes, seguro que a ti te pasaron cosas parecidas.