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Entre los chinos, el símbolo de la muerte era el limón. Y en Helsinki, a principios del siglo XX, en un bar frecuentado por Sibelius, los que se sentaban en la mesa limón estaban obligados a hablar de la muerte. En estos cuentos de la mediana edad, los protagonistas han envejecido y ya no pueden ignorar que sus vidas tendrán un final. Como el músico de «El silencio», aunque él habla antes y después de la vida. O en «Una breve historia de la peluquería», donde toda una vida se mide en los cortes de pelo del protagonista. En «La de cosas que sabes» cuenta los secretos de dos mujeres que fueron jóvenes en los años sesenta y que saben demasiadas cosas la una de la otra. Y, en «Higiene», un militar retirado que vive en provincias con su mujer va todos los años a Londres para reunirse con sus compañeros de promoción. Y desde hace veinte años, en cada uno de estos viajes, se encuentra con Babs, una prostituta que es como su esposa paralela.