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El aprendizaje del lenguaje se realiza normalmente gracias a la interacción comunicativa entre una niña o un niño y un entorno que le habla, a partir de unas aptitudes cognitivas y fisiológicas que determinan el ritmo de desarrollo. Esa interacción, que se caracteriza por una adaptación recíproca de los mensajes y enunciados, es suficiente y necesaria para que el desarrollo normal del lenguaje se realice en toda su extensión. Sin embargo, existen casos de retrasos o ausencias del habla y/o del lenguaje, en los cuales deficiencias intelectuales, sensoriales, estructurales o afectivas impiden el aprovechamiento total de estas situaciones reales de comunicación que, por otra parte, frente al poco éxito que obtienen, suelen ser también menos estimuladas por el entorno. Cabe entonces programar una intervención específica, la intervención logopédica. Aunque dicha intervención deba intentar al máximo recuperar el retraso o corregir los defectos partiendo de situaciones operativas de interacción comunicativa (estrategias funcionales) es necesario, con frecuencia, realizar previa o paralelamente un trabajo de estimulación y aprendizaje específico de elementos aislados, sea en el aspecto fonético, sea en el aspecto semántico o sintáctico (estrategias formales). Estos ejercicios de estimulación o aprendizaje específico, programados fuera de situaciones de comunicación, corren el riesgo de carecer de motivación para los niños y las niñas y de cansarles por su carácter altamente repetitivo: por ello los reeducadores siempre se han valido de una motivación paralela al propio aprendizaje, incluyéndolo en una situación de juego. Los juegos que se presentan aquí sólo quieren proporcionar a los logopedas un material de entrenamiento, largamente usado con anterioridad en reeducación de habla y de lenguaje, enfocado más directamente a aquellos aspectos que requieren en general una fase más o menos larga de repetición para lograr su adquisición definitiva o en los cuales la representación gráfica permite una mejor comprensión de los mecanismos que intentamos reeducar o construir. En absoluto representan un método de aprendizaje; tampoco son el camino por donde iniciar la presentación de los contenidos lingüísticos que utilizan: esta presentación debe partir, en todos los casos, de una inserción en la cadena comunicativa de la cual son parte activa los propios niños y niñas. Constituyen un material más, una ayuda para un proceso de estimulación y fijación de modelos, necesario en muchos casos, y cada profesional deberá interpretarlo y adaptarlo a sus propias variables metodológicas y coyunturales.