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Cuando George Sand escribe Los Sueños de Simplón, han transcurrido escasamente dos años desde los acontecimiemtos de la revolución de 1848. Posiblemente, nada podía haber en aquel momento que no fuera visto y enfocado a través de lo que para la autora había sido una experiencia tan intensa: Simplón se debate entre las fuerzas del Mal, identificadas con la aristocracia, y, por otro lado, la alternativa de las fuerzas del Bien, representadas por una Naturaleza armónica de aves y vegetales capaces de luchar por mundos más justos. Pero si esto convierte al cuento en algo muy único y particular, no impide que la narración se deba leer disfrutando de lo que realmente también es, un cuento fantástico en el que los elementos maravillosos pueden dejar paso, en ocasiones, a un cierto aspecto cruel.