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Jean-Claude Golvin, arqueólogo, arquitecto e ilustrador, vuelve en esta obra a revivir el pasado, tal como ya hiciera con Ciudades del mundo antiguo, Palacios imperiales de la Roma antigua, Viaje por el antiguo Egipto y Herodes. El rey arquitecto. En esta ocasión su arte y sus conocimientos iluminan una parte olvidada de la historia de Roma, como es la contribución que sus legiones hicieron al paisaje que hoy en día seguimos admirando. Muchos de los edificios cuyos restos siguen orgullosamente en pie en la actualidad, fueron erigidos por soldados, devenidos en arquitectos y albañiles para alejarlos del ocio en tiempos de paz. No obstante, estas empresas, a menudo titánicas, tenían un precio: el descontento de unos legionarios que veían un desdoro en realizar esas tareas, cuya máxima expresión la ilustra el trágico final del emperador Probo, asesinado por sus propios hombres, hartos de tener que reparar calzadas y acueductos. Sin embargo, estas obras contribuyeron en gran medida a la prosperidad de las regiones conquistadas. Al abrir caminos, erigir magníficos edificios o excavar canales, el Ejército romano participó en el desarrollo económico de las provincias, y, a la postre, en su romanización.