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Valentina Maran tiene el placer –literalmente– de invitar a los lectores a participar en un juego. Un juego en el que pocas veces se pierde, que se desarrolla en ese ámbito tan impreciso como sugerente llamado erotismo, y cuyos objetivos son lograr el mayor disfrute. Las reglas son simples: prohibido sentir celos y no respetar a los demás participantes. El juego, principalmente, se realiza cuerpo a cuerpo, piel con piel: pero si uno no vive en la misma ciudad, o está de viaje, se puede participar con SMS, enviando imágenes o escribiendo. Se valora tanto la sabiduría en este terreno como la escasa experiencia o, incluso, la timidez. No hay que sentir miedo, ni siquiera cuando se anuncia que se sufrirá algún dolor: la única inquietud es la que procura la emoción de ignorar qué deparará el encuentro.Así, Valentina Maran nos hace vivir encuentros a tres; nos venda los ojos para citarnos con tres desconocidos (¿tres hombres, o dos hombres y una mujer?) y nos sitúa en cualquier escenario: en una casa o en un coche, en la intimidad o delante de un edificio lleno de personas. Puede aportar algunos instrumentos, como los vídeos porno, pero sin duda el más poderoso es la imaginación de cada uno, una fantasía, un capricho jamás cumplido. Ciertamente, sólo hay que dejarse llevar.