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Miguel Ángel Blanco murió asesinado por ETA el 13 de julio de 1997. Pero su muerte no fue una más, la 791, de las 858 cometidas por ETA. Su agonía transmitida a cámara lenta, durante las 48 horas del plazo imposible dado por los verdugos, cambió la perspectiva de la violencia etarra y abrió los ojos a la gran mayoría de la sociedad española en general y de la vasca en particular. El concejal de Ermua podía haber sido el hijo, el hermano, el novio, el amigo de cualquiera, pensara como pensase, fuera del partido que fuese. A través de decenas de entrevistas a familiares y estrechos amigos, al forense que hizo la autopsia el mismo día de su fallecimiento o al fiscal del juicio a sus ejecutores, Miguel Ángel Mellado ha llevado a cabo una magnífica reconstrucción periodística, llena de emoción, de la vida y los últimos días de este joven valiente que se enfrentó al mundo batasuno y a su brazo armado para defender su libertad y la de todos nosotros.