El 14 de septiembre de 1940, 532 dÝas despuÚs del final de la Guerra Civil espa±ola, JosÚ Celda fue fusilado por el rÚgimen franquista junto a otros 11 hombres en la tapia trasera del cementerio de Paterna, en Valencia, y enterrado con ellos en una fosa com·n. Mßs de siete dÚcadas despuÚs, y tras una larga travesÝa por el lado oscuro de un paÝs acomplejado por su pasado, Pepica, la hija de JosÚ, una anciana ya octogenaria que tenÝa 8 a±os cuando mataron a su padre, logr¾ por fin localizar y recuperar sus restos para restaurar su dignidad.



En la batalla personal de Pepica Celda contra el olvido fue decisivo el papel de Leoncio BadÝa, un joven republicano que habÝa sido condenado tiempo atrßs a trabajar como sepulturero en el cementerio de su pueblo. Jugßndose el pellejo, Leoncio, un hombre obsesionado con el sentido de la vida y el orden del universo, habÝa colaborado durante a±os y en secreto con las viudas de los represaliados de la guerra para identificar sus cadßveres, darles sepultura de la forma mßs digna posible, localizar sus fosas y ocultar mensajes entre sus restos, convencido de