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Estas dos pequeñas joyas, El castillo de las tres murallas y El pastel del diablo, son, efectivamente, dos cuentos maravillosos, por la calidad de su escritura y por la desbordante fantasía de su trama. Difícilmente podrá olvidar cualquier lector, joven de edad o de imaginación, las aventuras de las niñas que protagonizan cada uno de ellos, Altalé y Sorpresa, tan parecidas en sus cualidades, ambas valientes y rebeldes, pero tan diferentes en sus destinos; y muy difícilmente dejaremos de apasionarnos por los personajes que las rodean, verdaderas creaciones de la literatura fantástica, como Cambof Petapel, el sabio contador de historias, o el malvado Lucandro, avaricioso acumulador de bienes que esclavizan, Amor, el campesino transformado en caballero liberador, o el ingenuo Pizco, encantado oyente de los cuentos de Sorpresa; para finalizar con las inquietantes brundas, esas bestezuelas guardianas del castillo inexpugnable, cuyo nombre quedará para siempre asociado a nuestros terrores infantiles.