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A todo el mundo le gustan los boleros (sostiene Tomeo). Lo que pasa es que no lo reconocen. «Los boleros me recuerdan que tengo corazón», le confesaba hace años un docto amigo. En aquellos tiempos tener corazón no resultaba tan arriesgado como lo es en estos duros tiempos, mucha gente disponía de un corazón generoso, y se iniciaba en la arriesgada aventura del amor. Hoy en día tener corazón y confesarlo resulta más arriesgado. Como le sucede al personaje central de esta historia, nuestro cantante de boleros. Pretender cantar boleros, además, puede resultar patético cuando los otros, para manipularnos mejor, nos dicen que no lo hacemos mal del todo: «Adelante con tus boleros», vienen a decirnos y mientras tanto cambian una mirada de inteligencia con sus secuaces y siguen maquinando secretamente sus planes.